domingo, 15 de agosto de 2010

ciento diez

ciento diez y el pulso tiembla
ciento diez y Ramiro aparece en papel (siempre presente en intangibles)
ciento diez balcones y un jardín entero
el socialismo, su banderín, el caballito de madera, el falcon
ciento diez y te siento tan cerca y hoy re recuerdo, me siento vos
siento una parte tuya dentro mio que fluye
caliente y al punto justo de hervor
estás en mi, y no quiero bajar
siento diez tu olor
ciento diez y te extraño, y no te lloro
porque lo que fluye no exterioriza
lo que narra, adentro queda
y ahí te quedarás

debajo de la cama

Y en tanto no comprendan que nacieron para no pertenecerse, para no conjugar, para no ser unidad ni fluido… una de las dos medias siempre se va a perder.Porque subsiste, porque en la otra realidad, esa que vemos cada tanto, que el puente (frágil y caprichoso) cada tanto nos deja conocer, solamente en esa son. Solamente en esa sus hilos se cruzan, se baten, y las burbujas que salen redondas y pegajosas, no son mas que palabras, verbos, esclavas, extras, regimenes del tiempo, tic tac de los relojes, disparo en la largada. Las burbujas se esfuman, corren río abajo como las gotas de lluvia en la ventana del vidrio del auto, y dejan ver lo verdadero, el hervor verdadero. Y son ellos, y se reconocen, y se miran y se gustan. Y al mirarse se afirman, se encuentran, se ven a ellos mismos. Se tocan moldeándose, delimitando el campo de batalla, escribiendo con fuego su nombre imaginario, siguiendo el contorno de la llama reflejada. Qué es la vida, más que una sucesión de reflejos reflexionados? Vidas de otros, vidas ajenas, ya vividas, ya masticadas, siguiendo su curso, como el dibujo de las burbujas, como las gotas….su curso.

el gran volcán

Vuelan, abajo negro luz por venir. Pero no, no era él.. en tanto lo reconoció, gritó tan fuerte que se desvaneció en el aire atravesando ondas sonoras su vulnerable cuerpo libre, de suaves líneas, de implacable simetría. Cayó tan fuerte, que les dolió. Sangre, ríos rojos, mares verdes, campos azules y todos reian sin parar. Gritos mudos, de adentro nada salía, todo era exterior, nada llegaba ya a ese mundo de horrendas criaturas... “solo quedamos nosotros” pensó. Y así era, desde hacía tiempo. El dolor del pavimento, el calor de la acera transpirada, les dolía, les dolía pero no, no escuchaban. Cada uno, burbuja individual, angustia compartida. Juntaron fuerzas y poco a poco se fueron despertando, levantando, apoyándose entre ambos para poder soportar el dolor. No remontaron, pero se irguieron. Lava, hielo y algún que otro elemento los envolvía. Extasiados aún, no podían diferenciar las caras, el lugar, su ubicación –nunca se movieron. Creían reconocer gente familiar, caras vueltas de hoja, pero el centro no. Y cómo un animal infernal, despojado de su ser, similar a una bestia, iniciaron su búsqueda. Arrazaban con todo lo que en su camino se interpusiera, caballo empedernido en carrera. Desesperados, sólo se quedaban ellos mismos –sí es que aún lo hacían. Pozo y caida, una menos. Corrían tiempos de supervivencia, ellos dos solos quedaron. Se miraron y se reconocieron, se vieron reflejados, vieron su reflejo, en lo que se habían convertido y lloró. Lloró y lo escucharon. Pero tarde, tarde como todo. La vida, el agua, el aire, el tiempo. Se escurre, río abajo y en una laguna tranquila yacen esqueletos de éstos impuntuales. Y nosotros? Seres sin agujas, atravesadas en el cuerpo, que nos atan una parte y la otra la dejan volar, sangrar. De no escuchar, moriremos desangrados.